Hace algún tiempo que vengo interesándome por la nanotecnología. Leo casi todo lo que cae en mis manos. Mi interés está asociado al análisis económico; esto es, me interesa el potencial efecto que en una sociedad del conocimiento más avanzada como la nuestra tendría una «ola nanotecnológica», siguiendo la estela de la anteriores olas descritas con anterioridad y referidas a la segunda mitad del siglo XX.

Lo hago desde la convicción de que las universidades, las empresas, los gobiernos de los diferentes países… deberían anticiparse a estos saltos tecnológicos tomado posiciones para maximizar sus beneficios y minimizar los riesgos. La nanotecnología puede aportar al mundo unos cambios ciertamente relevantes y proporcionar soluciones a problemas complejos: medio ambiente, desarrollo, energías alternativas renovables…

Ayer leí que un informe realizado por Research and Markets señalaba que el mercado de la nanotecnología pasaría de 225 millones de dólares a 700.000 millones entre el 2005 y el 2007. Curiosamente cuando España quiso jugar en Internet lo hizo mal y de forma desproporcionada (se describe muy bien en el libro de J. M. Patiño, Burbuja.es) y probablemente la historia se vuelva a repetir con la nanotecnología. España necesita una estrategia activa e inteligente en los temas de ciencia y tecnología y un protagonismo de las universidades y de los jóvenes investigadores que dista mucho de ser satisfactorio actualmente.

A largo plazo, a buen seguro lo pagará la economía española en términos de crecimiento y empleo. Y es una pena que el diagnóstico de Pedro Solbes centrado en la innovación tecnológica como respuesta a los problemas de competitividad de la economía española no tenga el apoyo necesario desde el Ministerio de Industria o en Educación. Es un tema al que quizás vuelva en futuros posts.

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