«La naturaleza le ha dado al hombre una sola lengua y dos oídos para que pueda escuchar el doble de los que habla» (Epicteto).
Las ciencias pitagóricas no son sino los dos primeros pasos del filosofar, que consiste en aprender a ver y saber escuchar, es decir, las dos actividades humanas por excelencia (Platón, Libro VII de la República).
Creo que vivimos en una sociedad que no escucha. Que no sabe escuchar.
Nuestro entorno prima el culto a la imagen, los mensajes, la necesidad de imponer nuestras percepciones, opiniones, argumentos, impresiones, incluso nuestras majaderías… Hay veces que me han hecho una pregunta y antes de empezar a hablar, el interrogador ya había empezado a contestarla él mismo… ¡el colmo!
Puedo dar fe que esto es muy común en el mundo de la empresa… Se lanzan mensajes continuamente para afianzar un determinado interés, pero se hacen oídos sordos de voces, conocimientos y problemas que merecerían ser escuchados. ¡Qué peligroso es esto! Volveré más adelante con esto.
Quizás el ser humano ha llegado a tomar conciencia de que está integrado en un entorno en el que hay un exceso de información, tanta que es imposible asimilar… Y en este entorno intenta como principal objetivo que su pequeña parcela de información (anexa a intereses, preocupaciones, problemas…) prevalezca, subsista, incluso destaque, sobresalga… para ello vocifera, repite, insiste, matiza, adula, habla sin parar… pero no escucha.
La ausencia de críticas alimenta la osadía de nuestras habladurias
Quizás también tenga esto que ver con la ausencia de debates y críticas. Aquella máxima norteamericana de las relaciones públicas de los cuarenta y cincuenta: «el mejor modo de ganar una discusión es evitarla». No discutas, deja mensajes… Hoy, incluso hasta los debates políticos están inmersos en esta sibilina «técnica» (salvo las conocidas excepciones).
Al final, todos nos atrevemos a decir unas sandeces increíblemente gordas. Nunca hemos sido tan especialistas y tan ignorantes y, sin embargo, tan dogmáticos y osados a la hora de ilustrar o argumentar nuestros disparates. Pero, por lo general, puedes hablar sin correr el riesgo de que te critiquen ácidamente. Son las reglas de la «buena educación» en una sociedad de perfil mediático. ¡Incluso en el fútbol! Los comentaristas múltiples tratan de ganar micrófono, pero sin entrar en polémica con el compañero de al lado.
Saber hablar, saber escuchar
Cuántas veces habremos dicho que tendríamos que enseñar a nuestros alumnos el arte de la expresión y quizás la oratoria. Salen de nuestras aulas llenos de conocimientos que no saben expresar, ni comunicar adecuadamente… ¿Pero qué ocurre con el arte de saber escuchar? Pueden llegar a ser jefes, formar parte de equipos… y quizás en algún momento echen de menos lo necesario que es saber escuchar (mal síntoma si ni tan siquiera llegan a tomar conciencia de esto).
Conozco algunas personas que en todo esto constituyen la excepción. Generalmente todas han llegado muy lejos. Tengo el privilegio de haber trabajado con algunas de ellas. Alguna me ha impresionado profundamente por su inteligencia y ahorro de lenguaje. Hablan poco y muy perspicazmente; escuchan atentamente y suelen hacer unas pocas preguntas muy agudas y concretas… Su actitud y su aptitud suelen impresionar a propios y extraños.
Desde que soy consciente de este problema, cuento hasta cinco antes de empezar a hablar… Y me va bien, por lo general aprendo muchísimas más cosas escuchando atentamente a mi interlocutor. Cuando tengo ganas de hablar -como ahora mismo- escribo un blog. Aconsejo que lo practiquen, aunque bien es cierto que en nuestra sociedad se corre el riesgo de estar horas y horas callado, mientras nuestro interlocutor aprovecha hasta agotar nuestra paciencia… Programen una llamada en su móvil, por si acaso…
¿Qué tiene que ver «saber escuchar» con Internet?
No voy a hacer un malabarismo dialéctico. Pero lo cierto es que las máquinas nos escuchan pacientemente y en su operativa prestan un servicio muy valioso que hay que saber aprovechar. Pocos -vamos a ser realistas, casi nadie- escucharían el contenido de este blog. Pero… ¡quién sabe!, dentro de una semana alguien preocupado por estos temas, tendrá aquí una reflexión más o menos valiosa. La ventaja de Internet es que los contenidos se almacenan, y los buscadores, de forma bastante eficiente, nos los facilitan cuando los necesitamos.
Foros, blogs- comments, encuestas, redes sociales, hay un «gran vocerío silencioso» aquí en la red. La tecnología que escucha, ordena y proporciona la información en el momento dado. El papel de los buscadores es fundamental en este sistema de información global. Siempre me imagino Internet como una gran biblioteca sin fichas ni catálogos donde se almacena eficientemente la información, gracias al papel de los buscadores. No importa si la información es mala, quedará -generalmente- en la «estantería» virtual más escondida. Lo relevante aquí es que la más interesante se nos muestre visible y cómodamente accesible.
Y aunque sería aconsejable que los humanos no olvidáramos la importancia de saber escuchar, lo cierto es que hay un gran potencial en Internet ligado a la eficiencia de las tecnologías que se desarrollan día a día (el caso de los blogs) para facilitar la asimilación de una muy creciente información. Una eficiencia basada en la «escalabilidad» de la información, jerarquizada convenientemente.
Saber escuchar en la empresa
Vuelvo al principio cuando me refería a la empresa comentando el peligro que llevaba consigo la pérdida de habilidades para escuchar. Las nuevas tecnologías facilitan unas herramientas valiosísimas a las empresas para escuchar y aprender de clientes, proveedores, trabajadores, equipos de trabajo, departamentos… El conocido feedback que tan de moda está en las consultorías de empresa.
Me atrevería asegurar que en grandes organizaciones, el desarrollo de estas habilidades va a ser determinante para garantizar el liderazgo y competitividad de una empresa. Y, en la pequeñas, un factor de supervivencia.
Cuando las empresas hacen páginas webs pocas piensan en un sistema de información de estas características… Y créanme, deberíamos aprender de los filósofos griegos si estamos preocupados por la competitividad, en su defecto, la tecnología.
El «post» me ha salido muy largo, me estoy imaginando un sufrido interlocutor que hubiera tenido que aguantar este soliloquio…
Información relacionada:
¡Muy valiosa la reflexión!, no ya en términos generales, sino estrictamente personales. Sobre el
particular, creo haber avanzado algo, pero sin duda, tengo un largo
camino que recorrer. Como he visto
que el artículo empieza con dos citas clásicas más que oportunas,y
que se alude al soliloquio, me permito hacer otra, ésta de carácter personal referida al titular del blog. Es la reflexión que hace Marco Aurelio en sus «Meditaciones»(traducido
originariamente,como «Soliloquios»),respecto de Sexto de Queronea, destaca: «la benevolencia; la noción de vivir según su naturaleza; la dignidad sin artificio; el preocuparse de los amigos con solicitud; la tolerancia con los ignorantes y los que opinan sin reflexionar; la acomodación a todo el mundo, de suerte que su trato era más agradable que cualquier adulación y
por ellos mismos era sumamente respetado en aquel preciso momento;
la capacidad para comprender, encontrar con método y ordenar los
principios necesarios para la vida;
no dar jamás la impresión de cólera
o cualquier otra pasión, sino ser a un tiempo muy desapasionado y muy
tierno; alabar sin estridencias y saber mucho, sin ansias de relumbre.»
En un plano más general, el post me suscita una pequeña reflexión, como es la ausencia en nuestra sociedad actual de verdaderos paradigmas pedagógicos, de idudable
trascendencia social en el pasado.
Efectivamente, una sucinta visión retrospectiva, nos muestra desde el
«tsun-tzé» confunciano, pasando por
el «noble persa», el Kaloukagahós griego, los vir bonus dicendi peritus o los vir senatorialis romanos, el caballero medieval, el hidalgo español, el cortesano del Renacimiento descrito por Castiglione, el honnête homme francés, el gentleman inglés de finales del XVII, el Junker prusiano….
Junto a ellos, los paradigmas de la sapiencia, el sabio oriental que
en sus diversas manifestaciones se
exresan en «textos sapienciales», desde la «Enseñanza de Amenennope»
al Antiguo Testamento. Los sofoi griegos, cuyo ejemplo sería la lista de los «siete sabios», especialmente Tales, Bías, Pítaco y
Solón. Los prudens romanos, entre los que destacan los «tres grandes»
del siglo III: Ulpiano, Paulo y Papiniano. Los Gesetzprecher del antiguo derecho germánico, los muftíes islámicos, el tradicional Judge inglés,etc.
Ambos tipos de paradigmas tienen entre otros, un mínimo común múltiplo, precisamente la prudencia
, el «saber escuchar».
Excelente «pieza» este comment. Hace realidad lo que dije algunos días: el comentario supera el post. Gracias.
Como única observación se me ocurre recomendar los clásicos en sustitución de algunos best-sellers que suelen dar «recetas» para las relaciones humanas dirigidas a ejecutivos de empresas
Foros, blogs- comments, encuestas, redes sociales, hay un «gran vocerío silencioso» aquí en la red.
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En mi comentario aludía, como también se indicaba en el post, al valor de la prudencia. Resulta
interesante el análisis que Zubiri hace del pensamiento de Aristóteles
, en cuanto a las sucesivas instancias por las que el hombre va
profundizando en el conocimiento de
la realidad, se traduce en cuatro dimensiones distintas y progresivas
: teknhe, técnica; phroenesis, prudencia; episteme, ciencia y sophia, sabiduría.
Es pues de destacar, el papel que se le atribuye a la prudencia, por
encima de la técnica, en el sentido
aristotélico del término, y como requisito inmediato, necesario, previo a la ciencia, y en su caso a la sabiduría. En la actualidad sin embargo, no es que de una manera casi generalizada, se niegue
el valor a la prudencia, sino que la sabiduría, es desplazada por la técnica, o lo que es lo mismo la culminación del conocimiento del hombre, es sustituida por su nivel
más primario. El medio es
confundido y primado en detrimento
del verdadero fin.
«Quizás el ser humano ha llegado a tomar conciencia de que está integrado en un entorno en el que hay un exceso de información, tanta que es imposible asimilar… Y en este entorno intenta como principal objetivo que su pequeña parcela de información (anexa a intereses, preocupaciones, problemas…) prevalezca, subsista, incluso destaque, sobresalga… para ello vocifera, repite, insiste, matiza, adula, habla sin parar… pero no escucha».
Resulta sorprendente la coincidancia de esta reflexión, con la de Legaz Lacambra, cuando critica esta realidad preponderante
en la sociedad actual: «la voluntad de no-verificación en el análisis de lo verificable y una sustitución, en el ámbito de lo no-verificable, de la voluntad de racionalidad por una voluntad, normalmente inconfesada de justificación y legitimación de una situación real o aparente».
(«El humanismo y sus implicaciones
jurídico-sociales», Madrid 1966).
Me llena de satisfación la coincidencia. Quizás la situación actual, respecto a la «tacañería» en nuestras habilidades para prestar atención a nuestros interlocutores, tenga mucho que ver con la pérdida de perspectiva que tiene nuestra sociedad respecto al humanismo. Poco puedo aportar al respecto.
Sin embargo, como economista, vuelvo a insistir en el peligro que supone esta situación en la empresa… El liderazgo actual estriba en un «jefe» que suelta monólogos y circunloquios (en ocasiones pasmosamente simplistas). Esto tiene mucha importancia en un mundo donde la información especializada predomina y es determinante de muchos factores de competititividad. En vez de asimilar, pensar, reflexionar y decidir sobre la base de aportaciones de los diferentes especialistas. El «jefe» suelta mensajes, objetivos, directrices… para que los especialistas cumplan estrictamente las directrices… Probablemente algún especialista vea claro que se acerca un ‘tsunami’ pero literalmente NO SE LE DEJA HABLAR, y si finalmente, se le deja, lo peor es que se minimiza (o inluso se desprecia). Finalmente el tsunami llega a la empresa.. Mi recomendación a los jefes: por favor, dejen a sus empleados que, al menos, les adviertan de los «tsunamis»…
Y quizás todo es esto pase porque tenemos «jefes de cartón», esto es un liderazgo mediático donde la imagen es la reina de los valores que todo condiciona y todo ilumina.
Es interesante la extrapolación de un razonamiento genérico, al mundo concreto de la empresa. Que en mi opinión, no es sino un reflejo de la sociedad actual. Efectivamente, se prima al continente en detrimento del contenido. En relación a esta frase «Quizás el ser humano ha llegado a tomar conciencia de que está integrado en un entorno en el que hay un exceso de información, tanta que es imposible asimilar…», mucho más profunda de lo que pueda parecer. Si bien constata una realidad innegable, que se ha acelerado de un modo exponencial en las últimas décadas. Me parece de interés la siguiente reflexión del Premio Nobel de Física Schroedinger, en su libro
«Ciencia y humanismo», también pienso, coincidente en gran parte con la suya: «Va ganando terreno la conciencia de que la especialización no es una virtud, sino un mal inevitable, la conciencia de que la investigación
especializada sólo tiene un valor real en el contexto de la totalidad integral del conocimiento»
Quizás el fondo de la cuestión sea la especialización.
Me fascinó la claridad con la que Ortega y otros pensadores nos advirtieron de sus riesgos en las primeras décadas del siglo pasado.
Hoy, décadas más tarde, vivimos un mundo lleno de especialistas «ciegos» e ignorantes de nuestras limitaciones. Pero, insisto, arrogantes y dogmáticos. Y aquí reside el gran peligro.
El «no saber escuchar» es sólo un síntoma de algo más peligroso. Un mundo -muy ajeno al humanismo- comandado frecuentemente por especialistas que profesan actitudes dogmáticas e ignorantes. Afortunadamente hay excepciones que habría que alabar y encumbrar.
Coincido plenamente con sus apreciaciones, con relación a la primera, resultan esclarecedoras estas palabras de García Morente recogidas por Faure:» so pretexto de las necesidades de la investigación científica o de la especialización, se ha mutilado la formación completa y general de numerosos jóvenes».
Humm, la verdad busque en el google.. «saber escuchar»+»aprender» para saber que acciones debo tomar enfrente de la otra persona y no caer en egoismos de discursos, la verdad no me interesa para mi hermpresa o trabajo, porque soy un estudiante de ingenieria y ley el blog completo y lo leia aveces como una refleccion y otras como una clase, ami me interesaria mas aprender a escuchar, lei atentamente los otros posts y me parecieron muy aburridos, (disculpas a todos) solo quiero hacerles saber que no es venir postear y ver si hay gente que piensa igual que uno, creo que lo mejor es escribir algo que el otro pueda aprender o que le sirva como leccion, quisiera, no se si es indicado, no se si me van a echar a patadas.. pero preguntarles si hay metodos o ejercicios, para entablar conversaciones con gente publica, no necesariamente economistas o intelectuales, sino el saber escuchar cotidiano.
bueno, es interesante su blog Andres y espero que lo actualice o algunas paginas o fuentes de donde sacar mas material.
UPS, jeje, bueno como descubriran, es mi primera ves, estoy acostumbrado a los foros.
sorry
Esclarecedoras palabras de Jünger:
«El mundo fue sacado de sus goznes
y encajado en la ciencia. Catedráticos de universidad fueron en este sentido también Moltke, Marx, Nietzsche, y Renan.
Podría pensarse que el destino de Arquímedes se repite en la casta de
los catedráticos de universidad. Es
indiscutible que el aprecio en que se los tenía ha descendido mucho, coincidiendo con la especialización
(…)» «Por cierto que pudiera ser
que se encontrase ya a nuestras espaldas el tiempo del superhombre-
pues ahora los períodos transcurren con mucha más rapidez y muchos no pasan de la fase embrionaria-. ¿Un salto mortale,
por tanto pero no del titiritero, sino del bufón que saltó por encima de él? (Así habló Zaratrustra, I, 6).»
Nótese que estas reflexiones corresponden al «último» Jünger, y
no al periodo de entreguerras o al inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial.