Tendríamos que examinarnos periódicamente sobre una hipotética asignatura que fuera algo así como «innovación y competitividad». Este mundo globalizado en el que vivimos nos exige mucho más de lo que creemos.
Hoy publicamos algo, una idea original, una reflexión interesante y probablemente días después la red ha dejado obsoleto o muy primario el planteamiento en cuestión. A algunas empresas les pasa lo mismo con sus productos, servicios, etc. en un mercado que no da respiro. También a las instituciones, incluso a las universidades con sus proyectos, planes e ideas.
Pese a lo que aseguramos -a veces de forma enfática y radical- sobre nuestra fe en la innovación, la creatividad, la competitividad… lo cierto es que no sabemos gestionar nuestro trabajo en un mundo donde la información fluye de forma rápida, se compite a nivel mundial y cientos de miles de personas se centran en el desarrollo de nuevas ideas y fomentan continuamente la capacidad de innovación en sus respectivos ámbitos de trabajo.
Oportunidades perdidas y proyectos que mueren de éxito. Todo esto por empeñarnos a veces en creer que el mundo camina a nuestro ritmo y no admitir que el ritmo generalmente lo imponen otros muchos.
El liderazgo exige la mayor competitividad y capacidad de innovación. Es brutalmente exigente. No perdona oportunidades perdidas, ni recreos contemplativos… Nos puede parecer que ciertas cosas van muy deprisa. Y no nos damos cuenta que quizás es que nosotros vamos muy despacio, o simplemente, no caminamos al ritmo adecuado. Saber reaccionar a tiempo, tomar las decisiones oportunas, integrar trabajos, coordinar esfuerzos… En nuestros días, en el mundo en el que vivimos, todo es poco para ser competitivo, y no digamos para mantener un liderazgo.
Hay un delicioso correo electrónico que circula por internet estos días… (¿Cuantos años tienes abuela? -cuando se descarga hay que ir pinchando en las imágenes-) que me hizo compartir mi compañero y amigo el profesor Poveda Blanco. Gracias Paco.
Temas:
En mi opinión el mundo en el que vivimos, ha mitificado el progreso,
que como acertadamente indica Fernández-Carvajal, quizá sea el mito «radical» en cuanto es el origen de otros mitos, como la libertad y la democracia. La esencia de este mito consiste en la
creencia de un desarrollo de la historia de la humanidad, en un sentido de perfección creciente, y
todo regreso consecuentemente, es o
bien aparente, o bien condición necesaria para un progreso mayor. Ortega habla del paso hacia atrás que da el torero cuando concluye triunfalmente la faena en la suerte de matar.
Esta visión lineal de la historia
generalmente aceptada, «consagrada»
por Toynbee en su «Estudio de la Historia», tiene su origen en el economista francés Robert de Turgot
en 1750, que fue impulsada por la Ilustración, quizá tenga uno de sus
máximos exponentes en el Marqués de Condorcet, y su obra «Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano»
(1793). Si bien en ocasiones esta
visión ha sido cuestionada por la propia realidad: las dos G.M., el crack bursátil del 1929, la crisis
del petróleo de 1973 etc, y por grandes historiadores, que frente a la visión unidireccional, contrapusieron una concepción cíclica (hoy considerada como superada, mayoritariamente por
la historografía moderna) de la historia: Von Ranke, Burckhardt, Spengler con su «Decadencia de Occidente» …. La concepción lineal de la Historia ha prevalecido, y con la misma la
mitificación del progreso. Lo cual
merece alguna consideración
crítica:
1ª- los hechos, en conjunto,
parecen haber desmentido la creencia, «todo lo que se perfecciona por progreso, perece también por progreso», afirmaba Pascal.
2ª- que tal vez, sin dicha fe no se
hubieran producido los asombrosos
avances sectoriales científicos y técnicos.
3ª- casi todo avance tiene aspectos positivos, pero a su vez también negativos.
4ª- dicha creencia nos lleva a minusvalorar, cuando no a despreciar el pasado.
5ª- que el progreso en cuanto a fe,
otorga al hombre una cierta sensación de seguridad, que debería
alcanzar gracias al pensamiento;»el
pensamiento es nuestra dignidad» (Pascal).
6ª- la valoración de todo avance como benéfico, nos hace perder el sentido de que todo en la vida debe
tener su propia dimensión y límites…