Con el título La investigación y su compromiso con la sociedad, trato de subrayar las ventajas de los contenidos abiertos y del sistema de edición online. También me refiero a la productividad social de nuestra activividad investigadora. No parece que este sea un tema suficientemente debatido. Hay muchas dosis de conformismo y cierta tendencia acomodaticia.
He pedido ideas y observaciones críticas al texto publicado. Los comentarios y aportaciones que he recibido diría que son más interesantes que el propio texto original. Siendo coherente con el planteamiento general y el principio de que el conocimiento que se comparte crece, recojo más abajo algunas de estas ideas y opiniones. Me refiero a las iniciales de los autores dado que su redacción refleja un estilo de comunicación más informal, plasmada en los correos eletrónicos que hemos intercambiado.
Me ha alegrado, por ejemplo, que sin perder el optimismo, se insista en la autocrítica a nuestras deficiencias e insuficiencias, o dicho por su nombre: «miserias». No reconocerlas tendría el riesgo de condenarnos a vivir con ellas toda la vida. Esto queda reflejado por JMP de forma muy directa y sincera :
«… el tema es complejo y extenso. Es cierto lo de los sanedrines, mercadeo, etc… en la ciencia publicada. Es cierto, también, y esto no lo he visto, o no he sabido verlo en tu escrito, los celos y miserias humanas que se esconden debajo de la bata blanca (¿pureza?) del investigador. Esto sí que es un escollo difícil de sortear, en el intento de que un trabajo de investigación siga evaluándose y perfeccionándose (de forma abierta) en el tiempo. Lo anteriormente dicho no implica, por lo menos en mi caso, postura pesimista alguna. Todo lo contrario, creo firmemente en un futuro de mayor libertad y de compromiso social de la Ciencia. Internet, hoy en día, y como se llame lo que lo sustituya en un futuro no lejano, representa un campo muy apropiado para que fructifiquen, en los creadores de conocimiento, las semillas de la generosidad y de la rentabilidad social de su trabajo» (JMP).
Otro tema importante que me alegro se haya suscitado a través del artículo es el de los «gallifantes». CR señala algo que está en mente de muchos y es la perversidad que puede generar este sistema en materia de círculos cerrados y pérdida de libertad investigadora. Por otra parte, cierto es que los nuevos sistemas de edición vía Internet suscitan interrogantes que deberíamos ser capaces de responder con diligencia y rigor.
«1.- La investigación ha de ser relevante socialmente, que para eso nos pagan.
2.- La publicación en determinadas revistas para obtener los «gallifantes» puede generar perversas consecuencias: círculos cerrados y pérdida de libertad en la elección del objeto de investigación (ej.: como tengo que publicar en una revista extranjera, los temas/problemas de mi comarca no venden), asi que sólo se investiga «lo publicable» y la libertad de cátedra/investigación a freir monas.
3.- Fantástica idea la de investigar «on line» el los Plos-one. Pero problema: ¿cómo se evaluaría la actividad investigadora individual?,¿cómo se selecciona a los evaluadores iniciales?, ¿cómo medir la calidad de una aportación?,¿la utlidad social?¿por el número de visitas al artículo, por el número de aportaciones de otros investigadores, por la calidad de esas discusiones , por las polémicas suscitadas,?… ¿? «(C.R.)
Investigar para publicar con rigor e irrelevancia es una de las perversidades más serias que afectan a la investigación actual. La petulancia suele ser un añadido posterior en la gota que colma el vaso. MP insistir además en el perjuicio de los «gallifantes». Los economistas deberíamos ser más eficientes a la hora de medir la productividad investigadora.
«Creo que se plantea una fórmula muy adecuada y actual para acabar de una vez con el principio tan extendido entre los investigadores españoles de «Investigar para publicar». Yo no he conocido a ninguno que no trabajara sin tener presente esta intención. Si no era así , el tema no interesaba. Creo que la implantación de los conocidos «gallifantes» (sexenios de investigación) han perjudicado mucho. Ha aumentado enormemente la cantidad de trabajos, pero no su calidad y su novedad. Por otra parte la divulgación de los trabajos e ideas a través de Internet puede evitar la excesiva reiteración de trabajos mas o menos similares de los mismos autores en distintas revistas amparandose en la mayor divulgación de los mismos, cuando todos sabemos que la intención de los autores no es precisamente esa. Me ha gustado la frase «El rigor, la petulancia y la irrelevancia pueden ir de la mano más frecuentemente de lo que somos capaces de reconocer», aunque yo cambiaría «pueden» por «suelen» (M.P.).
Un tema clave son los intereses creados. Probablemente son de tanta entidad que tal vez se conviertan es un decisivo freno a la hora de promover las reformas e iniciativas necesarias. FP lo plantea con claridad:
«No solo se pone el dedo en la llaga respecto a los intereses creados por los que alejados de las técnicas modernas del trabajo por medios informáticos, empleo de Internet, etc., están todavía en su campana de cristal y, con el egoísmo de capitalizar las escasas rentas que les quedan, no quieren que se abra la puerta de la innovación tecnológica a la investigación, porque el postulado de Bitton sobre la electrónica avanzada «cuando la entiendes ya está obsoleta» les duele -ya que supone el estudio constante para no quedar atrás-, y el sentimiento de grupo y el interés por el avance es menor que el mal que les genera la pérdida de protagonismo, sino que se establece un magnífico listado de ventajas científicas y sociales que se derivarían del empleo de ello frente a al proceder ortodoxo. No cabe la menor duda de que si los investigadores creásemos nuestros propios grupos de demanda de materias objeto de estudio; si existiesen los bancos de trabajos en constante proceso, en los que pudieras ver hasta dónde se ha llegado y si tú puedes aportar algo más; si antes de conceder las ayudas y subvenciones se exigiese la publicación universal y abierta a la comunidad científica por medios telemáticos, se avanzaría más deprisa, se perdería menos tiempo, se lograría la adecuada difusión, se reducirían costes, al fin, y se elevaría de forma exponencial la productividad (F.P.).
M. H. me señala un argumento importante de tipo ecológico que considero no destacamos de forma adecuada cuando nos referimos a las publicaciones online, asocidas a menores costes ambientales.
«Se produce una reducción de costes ambientales al eliminar la difusión en papel. Aunque podría argumentarse que muchos lectores imprimen los trabajos publicados en la red, generando más consumo de papel, en realidad el lector de revistas de carácter científico impresas en papel también suele realizar copias en papel dado que frecuentemtne se encuentran ubicadas en hemerotecas. La reducción final sería, pues, la atribuible a la no impresión de la revista original, manteniendo aproximadamente constante el gasto en papel de fotocopia o impresora» (MH).
R.M. hace una estimulante reflexión calificando el tema como «central en el debate científico actual y muy sugerente e interesante». Reproduzco a continuación algunos puntos de su reflexción:
«Abre un camino de enorme trascedencia, pues pone en cuestión, la propiedad del conocimiento, su difusión y su utilización por las élites productoras de ciencia y por las instituciones que financian la investigación» … «Investigar para publicar» es el modus vivendi de buena parte de los investigadores del mundo en cualquier rama de la ciencia. Las «publicaciones curriculares» que no aportan ningún resultado relevante al conocimiento, jalonan los curriculos y las nóminas (complemento de investigación) de buena parte de nuestros compañeros universitarios. «Investigar para obtener resultados relevantes» me parece una propuesta revolucionaria, adobada con el principio de que «el conocimiento que se comparte crece». Pues, claro que sí, pero, no genera derechos de autor…. La edición digital abierta le corta el «chollo» a muchos. Les arrebata poder y beneficios a los mandarines científicos y económicos de la ciencia, a los que les importa un carajo la productividad social de la ciencia y el bienestar social en su conjunto….¿Qué pasaría con las patentes en caso de que la investigación fuese en red y no pudiese ser patrimonializada por una sociedad mercantil o por un grupo de investigación? Los beneficios económicos ¿sólo se producirían en la fase de desarrollo de una idea o de un producto y en la fase comercialización en un mercado perfecto? ¿desaparecerían en el mercado las diferencias en el dominio de la información?. Todo eso me parece dinamita conceptual de muy larga onda…
Buen tema, si señor. Hce falta un debate sobre la cuestión. Felicidades
La investigación universitaria corre por terremos estériles, su eco social es practicamente nulo. Hace ya décadas en la novela de David Lodge «El mundo es un pañuelo». Parece un guión demoledor al que los universitarios no tienen reparos en seguir al pié de la letra. Efectivamente una pena. El ambiente de los Congresos abre las puertas a la complicidad de lo irrelevante. Miles de personas jugando al juego del modelo irrelevante… ¡Si la sociedad tuviera medios para analizar tal despilfarro! Se nos caería la cara de verguenza. Aunquebwdz eso sí, siempre nos queda la coartada de que todavía hay gasto público que es más estéril..
No creo que este gobierno sea capaz de hacer nada
Gracias por los comentarios. He seguido recibiendo otros comentarios vía correo electrónico (al parecer lo colegas prefieren este medio:), dada la extensión del mismo prefiero seguir tratando el tema en otro artículo.