Hoy es sábado y día con un poco más de tiempo para leer la prensa y hacer tertulia de desayuno con amigos. El tema es que España anda mendigando estos días para participar en los grandes foros económicos donde se deciden soluciones a la crisis financiera internacional.

Hoy El País aborda el tema con un artículo titulado «El milagro español no tiene club» señalando «El extraordinario desarrollo económico de los últimos 30 años no ha implicado más influencia política en el exterior – Falta una estrategia diplomática a largo plazo». Se concluye que se carece de una política de Estado sobre cómo hemos de estar en el mundo.

Y efectivamente, España no está en el G-7, ni en el G-10, ni en el G-20, ni en el Grupo de Bretton Woods.

Parecere que ser la octava potencia económica del mundo justificaría estar ya en estos foros. Pero España y los máximos representantes en esos foros saben que la posición de nuestro país es coyuntural. En pocos años bastantes países emergentes con potencial demográfico sobrepasarán a España. Ni más gasto en diplomacia (algo que sugiere el País), ni argumentos lastimeros podrán remediarlo.

«Manual» para ser un país influyente internacionalmente

En una pequeña tertulia improvisada de este sábado por la mañana, viejos amigos, hemos improvisado tres modestas reflexiones.

La inmigración, recientemente, ha sido vista política y socialmente en España como fuente de problemas. La inmigración ha hecho posible el milagro económico español de los 15 años. Pero todavía más importante, si existieran políticas positivas quizás fuera un factor retardador de nuestra perdida de peso relativo. Los países emergentes nos ganan y ganarán precisamente por su peso demográfico. Si la construcción y el turismo son nuestras apuestas de futuro. Si inmigración va ser dificil mantener nuestra competitividad en estos dos sectores.

La sociedad del conocimiento. Si somos un país pequeño, podemos ser un país influyente, sin necesidad de que tegamos que apoyar e involucrarnos en conflictos bélicos. Lo seremos si lideramos algunas parcelas estratégicas de la sociedad del conocimiento. Pero las raquíticas apuestas de España en nuevas I+D, las políticas educactivas deficientes, la escasa generación y demanda de patentes… no nos lleva ningún sitio.

Política exterior en Iberoamérica. Llevamos años haciendo cumbres en América Latina. Las empresas españolas liderean inversiones en América Latina. Las universidades españolas hacen grandes esfuerzos de cooperación, junto con otras instituciones y organizaciones, pero la diplomacia es incapaz de recabar una imagen de liderazgo e influencia a la hora de aportar soluciones. Hay una poltica de exterior iberoamericana llena de complejos, dudas, desconocimientos… Hay torpeza institucional en Iberoamérica.

Hay muchas cosas más: explotar los puentes culturales que nos unen al mundo árabe, y que hoy nos separan más que nos unen (y qué bien nos iría poder acercarnos a los fondos soberanos) La política exterior pudo tener errores en las etapas de Felipe González o de José María Aznar, pero era activa. Actualmente está un tanto carente de rumbo y de ideas. La alianza de la civilizaciones, la ONU, y todo eso puede quedarse sencillamente en un brindis al sol.

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