Hoy he leído mi artículo quincenal en el diario Información, dedicado a la empresa, la motivación y el liderazgo. Algo que hago sin haber aterrizado del todo, por el respeto y admiración que tengo a Francisco Esquivel y a Juan Ramón Gil, a cuyas peticiones trato de responder con todo el afecto del mundo.

Sin embargo, como he dicho todavía no estoy al corriente de las cuestiones locales/ regionales y esto me lleva a seleccionar temas que estén relacionados con las empresas o el mundo de la economía regional en general (fue el caso del artículo anterior sobre Construcción y tecnología).

Para paliar mis insuficencias, previamente doy a leer a algunos colegas universitarios, o a algún empresario amigo, el borrador del artículo a efectos de que me lo critiquen y hagan sugerencias que son muy útiles para mi.

Me recordaban estos amigos la enorme importancia que para algunas empresas tiene ya la política de motivación, señalándome por ejemplo que la motivación»es la base de trabajo para empezar a competir y los actuales cimientos sin los que cualquier empresa no puede ser viable«. Y también me señalaban algo que es de justicia recordarlo: en Fundesem había cursos y clases en la motivación en la empresa era la materia principal; «para Barreneche era como una obsesión«. Fundesem ha ejercido una notabilísima influencia positiva en muchos aspectos fundamentales de la formación empresarial de la provincia, probablemente ha llegado, en tiempo y forma, donde la universidad no conseguía hacerse oír suficientemente.

Lo que me dejé sin decir: ejemplaridad del liderazgo

La relectura impresa del artículo sobre la motivación y liderazgo en la empresa no me ha dejado satisfecho. He caído que quizás no he hecho énfasis en una idea principal. A saber, la necesidad de la ejemplaridad del liderazgo y de la asunción de sólidos principios éticos en la empresas. Predomina hoy en algunos ámbitos una «motivación de hojalata» en la que las recetas, la adulación, las apariencias y el imperio de la política de imagen y comunicación desvirtúan la cohesión y la efectividad de la propia labor motivacional, seria, efectiva e imprescindible en la empresa.

La verdad es que tengo que aprender mucho de la brillantez, ideas y envidiable estilo literario de algunos colegas universitarios que leo muy a gusto todos los domingos, en especial, he de citar mi admiración por los profesores Enrique Giménez, Armando Alberola y Manolo Alcaraz.