Tendríamos que examinarnos periódicamente sobre una hipotética asignatura que fuera algo así como «innovación y competitividad». Este mundo globalizado en el que vivimos nos exige mucho más de lo que creemos.

Hoy publicamos algo, una idea original, una reflexión interesante y probablemente días después la red ha dejado obsoleto o muy primario el planteamiento en cuestión. A algunas empresas les pasa lo mismo con sus productos, servicios, etc. en un mercado que no da respiro. También a las instituciones, incluso a las universidades con sus proyectos, planes e ideas.

Pese a lo que aseguramos -a veces de forma enfática y radical- sobre nuestra fe en la innovación, la creatividad, la competitividad… lo cierto es que no sabemos gestionar nuestro trabajo en un mundo donde la información fluye de forma rápida, se compite a nivel mundial y cientos de miles de personas se centran en el desarrollo de nuevas ideas y fomentan continuamente la capacidad de innovación en sus respectivos ámbitos de trabajo.

Oportunidades perdidas y proyectos que mueren de éxito. Todo esto por empeñarnos a veces en creer que el mundo camina a nuestro ritmo y no admitir que el ritmo generalmente lo imponen otros muchos.

El liderazgo exige la mayor competitividad y capacidad de innovación. Es brutalmente exigente. No perdona oportunidades perdidas, ni recreos contemplativos… Nos puede parecer que ciertas cosas van muy deprisa. Y no nos damos cuenta que quizás es que nosotros vamos muy despacio, o simplemente, no caminamos al ritmo adecuado. Saber reaccionar a tiempo, tomar las decisiones oportunas, integrar trabajos, coordinar esfuerzos… En nuestros días, en el mundo en el que vivimos, todo es poco para ser competitivo, y no digamos para mantener un liderazgo.

Hay un delicioso correo electrónico que circula por internet estos días… (¿Cuantos años tienes abuela? -cuando se descarga hay que ir pinchando en las imágenes-) que me hizo compartir mi compañero y amigo el profesor Poveda Blanco. Gracias Paco.

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