California un paraíso turístico (¿para qué preocuparse de otras cosas?)

Hace casi 23 años que tuve la suerte de visitar a través del Programa Eisenhower la costa oeste de los Estados Unidos. Entonces el Silicon Valley todavía no acaparaba el protagonismo que ha adquirido en los últimos años.

Cualquier visitante de California podía quedar gratamente sorprendido con la riqueza de los recursos turísticos de este Estado. Excepcionales los incontables atractivos de una ciudad como San Francisco. No digamos su bahía o el bellísimo borde litoral donde cualquier escala embrujaba al visitante; incluidos lugares turísticos hacia el sur como Carmel cuyo alcalde era por aquella época el actor Clint Eastwood y los servicios públicos en la calle se podían equiparar a los de cualquier hotel de lujo de Madrid.

Y qué decir de Los Ángeles, la sociología de sus gentes, el glamour comercial, su industria cinematográfica… Casi me olvido de la Disney, Monterrey… En realidad sería interminable enumerar sus recursos turísticos dado que contando con las dimensiones de EE.UU. trasladarse desde California a La Vegas o al Gran Cañón es casi como hacerlo desde Benidorm a Guadalest en coche.

¿Para que preocuparse teniendo tanta imagen interna e internacional vía Hollywood, Disney, Clint Eastwood y tantos actores o San Francisco? ¿Para qué esforzarse más allá del la atracción de una masa potencial de turistas superior a 200 millones de personas de alto poder adquisitivo a tiro de piedra? Alguien podría pensar que un poco de turismo, boom inmobiliario, industria cinematográfica, parques temáticos y nada de complicarse la vida…. ¿no?

El éxito del modelo de California: abra bien los ojos

Contactos y actividades académicas al margen, a mi llegada a California recuerdo un lunch organizado por el programa Eisenhower con Mark Fries Vicepresidente del Banco de California. Al preguntarle sobre el éxito del modelo de California, no se detuvo a mencionar nada sobre lo que me he referido más arriba. “Usted, por lo que he visto en su programa, va tener la suerte de visitar, las universidades de California -Berkeley, UCLA, Stanford..”, “abra bien los ojos por que nuestro futuro está en esos sitios”, me dijo.

Efectivamente cuando estuve en Palo Alto no me quedó la menor duda (de alguna forma es lo que intenté trasladar dos años más tarde y desde 1990 a 2000 a nuestra Universidad, con las limitaciones ya conocidas por todos).

Hoy los referentes no turísticos de California son conocidos por todos, no sólo mueven su economía sino la de buena parte del mundo en términos de innovación y en el liderazgo de las nuevas olas tecnológicas venideras, como la nanotecnología, por ejemplo. Gracias a eso su renta por habitante es infinitamente superior a la que se derivaría de una economía dependiente únicamente de servicios turísticos y demanda inmobiliaria.

Las universidades, pieza fundamental de los ecosistemas de innovación

Tras más de veinte años, los estudios realizados sobre lo que hoy se denominan los ecosistemas de innovación dejan poco margen de dudas sobre las variables claves que permiten este tipo de desarrollo. Imprescindibles excelentes universidades, centros de investigación competitivos internacionalmente y comprometidos con las necesidades reales de las empresas. Luego viene todo lo demás, emprendedores, redes profesionales, financiación internacional…

En esto es en lo que hay obsesionarse. No sólo para salir de la crisis, sino para mantener un sistema económico sólido a largo plazo…

El derroche de las inversiones públicas españolas

Hoy mismo he recibido unas fotos de mi compañero y buen amigo Marío Pardo de la estación del AVE de Cuenca, espectaculares. La estación en horas de potencial tránsito estaba desierta.

Cuando voy con mi coche por la Autopista R-4 sólo me tropiezo de media cuatro o cinco coches circulando desde La Roda a Madrid en todo un trayecto de más de 200 km de autopista de peaje. Eso sí, se disfrutan de unas espectaculares vistas de los bloques de Seseña, la famosa ciudad fantasma. Y pensar el coste de la deuda de estas infraestructuras públicas y privadas en estos momentos. Las infraestructuras por sí solas no hacen el milagro.

 A costa de repetirme mil veces, lo haré nuevamente. El reto está en compatibilizar un entorno extraordinariamente atractivo para residir no sólo para turistas sino para atraer el mejor capital humano, las empresas más interesantes y potenciar un capital endógeno propio consolidable, sostenible y centrado en la sociedad del conocimiento…  No digo reproducir el Silicon Valley, pero si crear muchas empresas que interactúen desde aquí con lo de allí.

Quizás hemos dejado pasar demasiados trenes… Va siendo hora de no perder el próximo.