Creo que las universidades tienen una inmensa responsabilidad en la tarea de impulsar la digitalización del conocimiento. Libros, tesis, publicaciones… no pueden quedar en formato de papel, tras costosas inversiones públicas, en las estanterías de nuestras Bibliotecas, reducidos a las consultas puntuales de los que tienen la suerte de vivir o desplazarse a ese entorno físico.

Las razones del escaso impulso de la digitalización universitaria son complejas. Van desde el temor de los autores a que sus obras se difundan, la falta de iniciativa institucional, hasta una normativa capaz de primar derechos particulares de intermediarios en vez de los intereses colectivos en favor de la difusión de conocimiento y el mayor y más fácil acceso a la formación.

La digitalización de las tesis doctorales: un caso que conozco bien

Hace 23 años que leí mi tesis doctoral sobre «Tablas input-output«. En el año el año 1999 autoricé su digitalización como un gesto en favor de algo que consideré importante: proporcionar a las tesis doctorales la mayor difusión a través del enorme potencial de Internet. Lo hice sin ninguna pretensión, no en balde habían pasado ya más de 16 años tras la defensa de la misma. Hasta entonces mi tesis había sido consultada sólo en un par de ocasiones por personas del entorno local. A través de su digitalización en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, la tesis ha sido consultada hasta el día de hoy: 4.563 veces. Por supuesto ningún editor la habría publicado, dado que no hubiera considerado un tema excesivamente especializado y sin demanda.

He visto otras tesis doctorales en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes sobre temas muy especilaizados que han recibido más de diez mil consultas. Sin su digitalización, colocadas en la estanteria de una biblioteca universitaria, estas tesis probablemente habrían sido consultadas no más de una docena de veces. La rentabilidad social de estos trabajos adquiere una dimensión desconocida con la digitalización y puesta en Internet como contenido abierto. Aunque solo fuera por evitar que se duplicaran esfuerzos y repeticiones en la investigación, ya merecería la pena su digitalización y consulta online.

Google y las Universidades

Google lo ha visto antes que las universidades. Incluso teniendo que salvar los incomprensibles intereses que protege la normativa actual sobre los derechos de autor, ha impulsado proyectos como Google Scholar y Google Books que vienen a poner de relive su claridad de objetivos e ideas. Creo que Google ha tomado la delantera en algo que deberían haber liderado de forma decidida y entusiasta las universidades. Hay que reconocer que hemos padecido al menos algo de «miopía institucional» en este tema.

La digitalización del conocimiento es un derecho de la humanidad. Quizás no haya que reinventar ningún derecho nuevo para apreciar que la propia universalidad del conocimiento lleva implícita su mayor difusión, sin restricciones amparadas por intereses comerciales que nacieron como una herramienta para lograr precisamente los costosos recursos financieros que eran necesarios en formato de papel, impresión, transporte, distribución, etc.

Hoy, por ejemplo, ya hay 10.700 referencias de Pablo Neruda en Google Books, gracias a la inictiva del buscador de Larry Page y Sergie Brin. Toda una lección.

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